Yo también escribo cuando va mal,
y cuando bien, también, pero con menos
garbo.
También ato, presuntuosa, las palabras
a mis manos
y las dejo volar después simulando
toda la inocencia del mundo.
Soy culpable de los atentados contra
mí,
de amarrar de forma impulsiva,
caprichosa, todo,
y al sentirlo mio no dejar que vuelva.
En definitiva, salir corriendo cuando
al corazón
se le abren nuevas ventanas,
y entra luz,
y entonces ciego.
Creo que he aprendido a amar
salvajemente la vida,
la soledad,
las ruinas.
Que he aprendido a complementarme,
y al fin y al cabo he cerrado puertas a
cualquier simbiosis
que venga propuesta por cualquier boca.
Dicen que el hielo también quema,
y en días como hoy me encantaría ser
fuego,
y quemar también,
pero fuera de la soledad
y de mis sombras.
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